Hacienda de Cortés

Los visitantes de estos venerables e históricos muros, frecuentemente nos interrogan sobre el origen y la historia que encierra el nombre de este hotel, que entre otras cosas, se ufana en conservar una pequeña parte de los bienes que en épocas ya lejanas formaron parte del caudal de las propiedades que constituyeron el Marquesado del Valle de Oaxaca.

Su original propietario y constructor, Hernán Cortés viene al mundo en la villa de Medellín de la provincia de Extremadura, España. Fueron sus padres Martín Cortés de Monroy, originario de Salamanca e “hidalgo-pobre”, que había hecho la guerra cuando joven, habiendo sido hijo de Hernán Rodríguez de Monroy. Su madre Catalina Pizarro Altamirano “muy honesta, religiosa, recia y escasa”; según Francisco López de Gómara. Refiere el mismo historiador que habiendo sido hijo único, se crio tan enfermo que estuvo a punto de morir y que lo salvó su “ama de leche, María de Esteban, vecina de Olivia y devota del Apóstol San Pedro”.

Se afirma que el linaje de Hernán era noble y de origen italiano. A los 14 años fue enviado por sus padres a la Universidad de Salamanca donde durante dos años estudió latín y rudimentos legales. Fray Bartolomé de las Casas, que lo juzgó siempre con rudeza, dijo de él que: “era latino porque había estudiado leyes en Salamanca y era en ellas bachiller”. Su biógrafo Cervantes de Salazar refiere que en breve tiempo estudió gramática, o sea latín, y que no siguió el estudio de las leyes, que sus padres deseaban que hiciera, a causa de unas “cuartanas” de las que sanó. Ya de vuelta a Medellín, “bullicioso, altivo, travieso, amigo de armas y enamorado” dice López de Gómara, traía perturbada la casa paterna y al pueblo. Era preciso encontrarle un destino lejano. Como hidalgo pobre escogió el mar y las armas.

Ante las alternativas de ir a Nápoles con Gonzalo Fernández de Córdoba “El Gran Capitán” o a las Indias con Nicolás de Ovando, designado gobernador de la isla Española y emparentado con Hernán y de que “por el mucho oro que de allá se traía”, eligió esta última. Por sus méritos guerreros, se le concedió una encomienda y se estableció como colono, donde inicia el cultivo y proceso azucarero de la caña. En 1511 Diego Velázquez amigo de Cortés, lo persuadió para que lo acompañara en la empresa de la conquista de la isla de Cuba, por encargo del virrey-almirante Diego Colón, hijo del descubridor de América. En Cuba Cortés empezó a distinguirse como el soldado más eficaz y prudente al mando de su jefe Velázquez. Una vez pacificada la isla, Cortés se avecindó en Santiago de Baracoa donde fue nombrado alcalde. Distanciado de Velázquez por problema de faldas, estuvo a punto de ser ejecutado por éste, habiendo logrado escapar. Reconciliado con Velázquez, es nombrado capitán general de la armada proyectada por el primero y financiado por ambos, para la conquista de un vasto territorio llamado “Colua”, que no es otro que el actual México.

Daremos por sabido todo el capítulo de la conquista de México y continuaremos nuestra narración un poco antes de la culminación de esa epopeya que dio origen a nuestra nacionalidad.

La primera visita del conquistador a Cuernavaca, resulta ser tan temprana como el mes de abril de 1520, después de la derrota que se conoce como la “Noche Triste” y antes de la caída de Tenochtítlán. Sus aliados tlaxcaltecas informaron a Cortés que la conquista de esta importante plaza sería muy difícil si los mexicas recibían el apoyo de sus aliados tlahuicas que residían en lo que ahora es Cuernavaca. Cortés incursionó y derrotó a los tlahuicas y en esta incursión el conquistador debió darse cuenta de las bondades de estas tierras y de sus enormes posibilidades de ser explotada tanto agrícola como industrialmente en la fabricación de ese producto tan demandado, tanto en la colonia como en España, el azúcar, que inclusive lo intentó sin éxito en Coyoacán.

En la relación de Sacango Tlaltenango se consigna lo siguiente: “en el año de quinientos veinte y uno Nuestro Gran Sr Marqués, iso la entrada en este Pueblo de tlaltenango bino aser el ingenio de Nuevo, que era Biejo…..despues iso la iglesia de Quernabaca y bibiendas para los padres que trajo”. Sin embargo, y en atención a que las tierras pertenecientes a los ingenios de Tlaltenango eran demasiado escarpadas y un tanto inapropiadas para el cultivo de la caña, además de un conflicto con los naturales de la zona por el uso del agua, motivo por el cual Carlos V le limitó el uso del vital liquido al 50% del total, el marqués se vio en la imperiosa necesidad de usar la propiedad de las tierras de Nuestra Señora de la Asunción, perteneciente a San Antonio Atlacomulco, parte integrante del Marquesado del Valle de Oaxaca, que ya le pertenecía e inició la construcción del acueducto de 1840 metros de longitud, en el año de 1530, que llevaría las aguas a su propiedad, desde los vecinos manantiales de Chapultepec.

Fue en el año de 1642 en que el arrendatario de la propiedad (Hipólito Santoyo) de acuerdo con los marqueses del Valle de Oaxaca, Estefanía (Sexta marquesa del Valle de Oaxaca) y Diego Aragón Pignatelli, su esposo, muda a los terrenos de Atlacomulco “Todas las prensas, cobres, esclavos, ganado, rueda y aperos; que pertenecieron al antiguo ingenio de Tlaltenango”, iniciándose la construcción de los edificios que ahora conservamos como una reliquia, parte de nuestro patrimonio nacional.

Sin embargo los orígenes de la propiedad se remontan a la Merced Real que obtiene Hernán Cortes al tiempo en que le es conferido el título de Marqués del Valle en el año de 1529, y que es heredado por Martín cortes, 2°, Marqués, hijo de Doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga, quien casó con su prima y sobrina Ana Ramírez de Arellano de cuyo unión nace Fernando, 3° Marqués el hijo primogénito de Fernando, Pedro, 4° Marqués y Juana, 5a “Marquesa”, primogénita de Pedro, quien casa con el noveno conde de Priego, de apellido Carrillo de Mendoza, cuya hija Estefanía hereda el marquesado como 69 marquesa y casa con Diego Aragón Pignatelli, 4° duque de Terranova y príncipe de Castel, Sicilia.

A partir de 1818 después de nuestro movimiento de independencia se suprimen los títulos nobiliarios y deja de reconocerse el marquesado del Valle de Oaxaca, pero se sigue refiriendo a los propietarios como duques de Monteleone, quienes continúan teniendo la propiedad del ingenio hasta bien entrado el siglo XX.

La marquesa Calderón de la Barca en su visita a la Hacienda en febrero del año de 1840 expresó: (La Vida en México, Carta XXXI) ¡Que maravilla mas grande! Cubríanse los naranjos de dorados frutos y azahares y en los andenes los limoneros doblaban formando una bóveda que apenas pueden atravesar los rayos del sol.

Un aire manso venía como embriagado de perfumes de flores de azahar y de radiantes jazmines; por las acequias que circundan la huerta corría la música suave de un agua clara y deliciosa y un pequeño cardenal aparecía una y otra vez, como un destello de rojo rubí.

Don Lucas Alamán, brillante historiador y político conservador, ya en el México independiente, fue administrador de los bienes del marquesado hasta su muerte en el año de 1853. Fue durante su gestión que se constituyó la fábrica de alcohol, como lo testimonia una placa que se encuentra en la fachada del edificio respectivo.

Este ingenio que nunca se modernizó y sin embargo obtuvo el primer premio y medalla de plata por la calidad de su azúcar, y mención honorifica por su aguardiente de caña, en la Exposición de París en el año de 1889.

En el año de 1760 se tomaron las medidas de la propiedad por el perito agrimensor del Superior Gobierno de la Nueva España, y entre otros datos consigna que el acueducto que construyó Hernán Cortés, probablemente fue la primera obra de ingeniería hidráulica en la región. La propiedad tenía 2032 varas (1686 hectáreas) aproximadamente; “tenía su propia fundición de calderas y 38 surcos de agua perennes”. En el año de 1909 don Pedro Azcué, apoderado de la sucesión del príncipe José A. Pignatelli Cortés, manifestó que la finca tenía 2206 hectáreas.

A finales del siglo XIX se dio la propiedad en arrendamiento a don Delfín Sánchez, yerno de don Benito Juárez. Es necesario señalar que este importante ingenio azucarero nunca dejó de pertenecer al Marquesado del Valle de Oaxaca, aunque frecuentemente se dio en arrendamiento a diferentes personas.

Después de la revolución las tierras de la hacienda se reparten entre los ejidos de Jiutepec, Tejalpa, Acapantzingo, Chapultepec, Atlacomulco y la colonia José G. Parres: continuando la propiedad en poder de la familia Pignatelli con su rescatado apellido Cortés.

Cuando el último duque de Terranova y Monteleone viajó a Cuernavaca para velar por sus intereses y propiedades, sufrió un accidente automovilístico al regresar a la ciudad de México en el que perdió la vida su esposa doña Gloria. Después de este lamentable accidente, la propiedad quedó en el más absoluto abandono, hasta que en el año de 1953 fue sacada a remate por el gobierno y adquirida por el señor José Villanueva Aguilera, para venderla un año después al licenciado Ramón Beteta, quien fuera secretario de hacienda del gobierno de la república.

En el año de 1973 la propiedad es adquirida por el actual dueño y se inicia la labor de limpieza y reconstrucción de esta “joya histórica” para dedicarla a lo que ahora es el Hotel Hacienda de Cortés, que además de los servicios hoteleros y restauranteros, alojó una fundación promotora de la ciencia médica donde se desarrolló un programa de atención quirúrgica a 400 niños morelenses afectados de paladar hendido (labio leporino). Así mismo se preocupó por lograr que en estos mismos muros históricos se pudieran albergar una fundación promotora del arte en todas sus manifestaciones como pintura, escultura, música, literatura, historia, etc., sueño que a la fecha los herederos lo están logrando.

Recopilación histórica de Federico Mata.

Muro

El corazón de la época Colonial Mexicana resplandece en esta antigua hacienda cañera del siglo XVI, fundada por Hernán Cortés en 1530. Conocida por el nombre de San Antonio Atlacomulco, esta pieza de arte arquitectónica es un ejemplo magnífico de la época de los conquistadores, sus leyendas se encuentran grabadas en sus muros de mampostería y sus pasajes históricos, rodeados de exuberantes jardines y corrientes de agua cristalina.

Dirección

Contacto